Wednesday, February 21, 2018

La Dama Perdida ~ Cap 15

Tras una dolorosa confesión, la familia -aun consternada por la noticia- tomaba té caliente con manos temblorosas, mientras escuchaban el relato de Luis. Este explicaba sus experiencias en la universidad y no escatimaba en detalles, a la hora de contar sus travesuras y sobre todo, al hablar sobre cómo conoció a Luciana. La joven se veía sinceramente avergonzada, pero ellos no se veían capaces de dejar de escrutarla.
En primer lugar, no se trataba de una noticia que pudiera lanzarse tan descuidadamente y esperar que la tomaran con alegría y sin hacer preguntas. Desde el punto de vista de sus padres, su hijo se estaba dejando llevar por sentimientos pasajeros. Sin embargo, les era difícil asegurarlo con convicción, ya que este se negaba a apartar sus manos de la joven.
Natalie, marginada de la conversación y dibujando el perfil de aquella relación con la cabeza fría, no podía encontrar una brecha entre ellos. Para ella resultaba una molestia que la cercanía de esa mujer con Luis usurpara el lazo que ellos habían creado con los años y que ahora, se desmoronaba rápidamente.
En toda la tarde su primo no le había dirigido la palabra y retrocedía cobardemente, cuando Natalie se atrevía a dar su opinión sobre un tema específico. Era realmente irritante y no sabía en cuál de los presentes volcar todo su rencor.
- ¿No les parece que la idea de casarse es un poco repentina? Apenas llevan unos meses de novios -intentaba razonar Anabel.
-No veo por qué razón debemos esperar -contrarrestó Luis-. En un par de meses nos graduaremos y seguido de eso, la universidad les facilitará puestos de trabajo a los alumnos más destacados.
-Solo será una plaza de prueba -intervino Luciana-. Pero con eso podremos independizarnos de nuestras familias, hasta que llegue el momento de tomar el control de nuestras respectivas empresas.
-Pero independientemente de eso –Anabel no daba su brazo a torcer-, casarse no es un requerimiento para ser independiente. Ustedes dos aún son muy jóvenes para una responsabilidad como esa.
Luciana se mostró afectada por esas palabras, debido a que las interpretó como un rechazo hacia su persona.
- ¡Madre, ten cuidado con tus palabras! -Por primera vez en su vida, Luis le elevó la voz- Solo estoy haciéndolos participes de esto, pero no les doy el derecho de intervenir.
- ¡Luis! –El grito de su padre le heló la sangre.
Se arrepintió inmediatamente de su actitud, pero su orgullo no consentía una disculpa frente a tantos testigos.
-Cariño, no debes tomártelo así –Luciana lo tomó de la mano.
La tensión del momento no les permitía ni un gesto o parpadeo. Tragar saliva era un acto de cobardía y mover la cabeza, una declaración de guerra.
-Ella tiene razón –secundó Natalie de la nada.
Todas las cabezas se giraron en su dirección, pues ella era la única valiente del escenario.
-No solo nos preocupamos por ti, Luis. También estamos pensando en Luciana -esta vez era ella quien le rehuía la mirada al moreno-. No nos habías comentado nada de esta relación y aun así, tienes la poca vergüenza de presentarte aquí y dejárnoslo saber de esta forma.
Nadie tuvo valor para replicar, pues su voz estaba cargada de rencor y serenidad. Una combinación peligrosa en las rubias de esa familia.
-Es verdad que puedes hacer de tu vida lo que se te venga en gana, pero sería mejor para todos, que Luciana se quedara con nosotros el resto del año. Después de todo –se encogió de hombros-, solo serán unos días.
-No veo la necesidad -alegó Luis, confundido y extrañamente agobiado.
-Taly tiene razón, hijo -apoyó el patriarca-. Si Luciana está de acuerdo, nos gustaría que se quedaran con nosotros un tiempo y de esa forma -además de conocernos-, ustedes dos podrán experimentar lo que es la convivencia.
-Como ya dije, no creo que… -fue cruelmente interrumpido.
-A mí no me molesta en lo absoluto -aseguró la morena-. Creo que ellos tienen razón, Luis. Los dos necesitamos esto -sonrió con convicción-, para demostrarles que estamos en lo correcto.
En una democracia en la que tenía a todos en su contra, Luis no tuvo más remedio que ver como su plan se escurría entre sus dedos. Por una cuestión de educación y compromiso con sus mayores, quiso que todo se llevara a cabo con elegancia pero con cada uno en su sitio y sin entorpecer.
Pasar el fin de año en Londres, no se apegaba en nada a su propósito original y Luciana no podía comprender el apuro en el que se encontraba. Pero su padre con esa mirada pícara, desconfiada y maquiavélica, posiblemente ya lo había descubierto.
Que sus sentimientos -se giró para ver a Natalie -, no habían cambiado en lo absoluto. Suspiró resignado y con una desagradable sensación en la boca del estómago.
Después de ponerse de acuerdo y planificar sus actividades para el día siguiente, los cinco pasaron al comedor, donde disfrutaron de un almuerzo no engalanado, pero delicioso. Así transcurrió el resto de la tarde entre anécdotas graciosas, recuentos de la vida en el campus o hablando de temas poco trascendentales. Cualquier cosa que lograra romper el hielo, entre la nueva integrante y su nueva familia.
Luis deseaba que la joven pasara por todo el proceso sin traumas innecesarios, pero luego descubrió que no valía la pena preocuparse. Independiente del hecho de que su familia no le ponía las cosas particularmente difíciles, Luciana era perfectamente capaz de ingeniárselas sin su ayuda y esa era una de las virtudes que más le gustaba de ella.
Sincera, firme, competente y segura en lo que decía y hacía. No se esforzaba por ser perfecta y aun así, era difícil encontrarle defectos; lo cual causaba la envidia y falta de confianza en el resto de las féminas. Afortunadamente las mujeres de su familia se caracterizaban por ser de carácter dominante y orgulloso, por lo cual su madre y Natalie serian perfectamente capaces de congeniar con ella.
Pero su conclusión se vio opacada en el momento en que Natalie se incorporó de la mesa y sin pedir permiso a los comensales, se retiró del comedor con un visible gesto de desaliento. Todos los ojos presentes la vieron salir con pose decaída y desanimada.
- ¡Buena idea! –Disimuló Anabel- Un paseo por el jardín será refrescante. ¿Nos acompañas, Luciana?
-Por supuesto.
La aludida dejó la servilleta junto a su plato y con un movimiento delicado y preciso, se alejó de su silla y acompañó a la rubia al jardín.
Luis y su padre se vieron descolocados, ya que no se esperaban una fuga tan repentina y pese a que deseaban hablar en privado y compartir opiniones, consideraron que su lugar era acompañando a sus respectivas parejas y asegurarse de que todo estuviera en orden entre ellas. Apenas el sol golpeó sus rostros, buscaron con los ojos la ubicación de las mujeres, encontrándolas no muy lejos del atrio.
-Natalie se ve diferente –comentó inesperadamente.
Albert lo escrutó de reojo.
- ¿Tú crees? –Ubicó a su sobrina- ¿Qué tan diferente?
-Callada. Marginada. Madura –enumeró-. Es difícil creer que alguien tan explosiva como ella, pueda pasar más de quince minutos sin llamar la atención a gritos.
Su padre no dijo nada.
- ¿Le sucedió algo? ¿La incomodaron? –Insistió, levemente irritado- No me dejes pensar lo peor, papá.
-Ha sufrido desengaños por parte de gente en quien confiaba.
- ¿Quiénes? –Apretó los puños, con rabia.
Albert gruñó por la frustración que sentía y por la torpeza que su hijo exhibía.
-Tienes mucha desfachatez para preguntarme eso, Luis. ¿Te parece poco lo que le hiciste?
-Tal vez yo tenga algo de culpa –admitió-, pero eso no es motivo para que me ignore. Como mucho, esperaba una rabieta de su parte.
-Tampoco te he visto muy afable con ella –bufó-. ¿Te remuerde la conciencia?
-No sé de qué me hablas.
Tratando de ocultar sus verdaderos pensamientos intentó darle la espalda, pero Albert no se lo permitió.
-Si lo sabes –entrecerró los ojos-. Primero la ignoras por dos años y ahora regresas de la mano de una extraña, como si nada hubiera pasado. Como si ella no se mereciera una disculpa.
 - ¡Ten mucho cuidado en cómo te refieres a Luciana! -Luis lo encaró, molesto- Estas hablando de mi futura esposa.
-En ese caso deberías regresar con ella -Albert se alejó de él, rumbo a las mujeres- y de paso, alejarte permanentemente de Natalie. Tus acciones egoístas me están haciendo sentir profundamente decepcionado.
- ¡¿Cómo puedes decirme eso, cuando sabes perfectamente la razón por la cual me fui y corté el contacto con ella?! –Lo detuvo en el acto.
- ¿Y te sirvió de algo? –Preguntó cínico.
Luis no pudo rebatírselo.
-Si tan preocupado estas, Luis. ¿Por qué volviste? Hasta ahora has hecho tu vida según tu voluntad y nos has mantenido al margen; por lo que no puedo entender el motivo de tu regreso.
El joven no daba crédito a lo que escuchaba.
-Por favor, no me malinterpretes hijo -se apresuró a decir-. Estoy feliz de verte y ansiaba por este regalo. Pero francamente, no comparto tu punto de vista en todo esto.
De lejos, podían ver a las mujeres caminando entre los rosales que circundaban el laberinto de hiedras. Anabel y Luciana conversaban amenamente y aparentaban llevarse estupendamente; pero a pocos metros de ellas, Natalie parecía ajena a su entorno.
-Hubiera preferido mil veces, pasar por encima de los convencionalismos sociales y darles a ustedes una oportunidad de estar juntos; antes que ver esa cara de amargura en ella.
-Después de que me case…
-… te iras a vivir a Estados Unidos y entonces no podrán volver a como estában antes. No te esfuerces demasiado en buscar una solución hijo, porque no la hay.
Su padre se alejó de él y tomando la mano de su sobrina, la ayudó a cortar las rosas que más le llamaban la atención a esta, las cuales –debido a la estación- carecían de brillo y de vida.

A la mañana siguiente, los habitantes de la mansión se despertaron con la insensata sensación de que los últimos eventos formaban parte de un mal sueño. Incluso Luis, se sentía fuera de lugar en una habitación que no veía en años y solo el hecho de tener a Luciana a su lado, lo ubicaba en su actual realidad.
La joven aparentaba estar muy cansada y dado que no quería incomodarla, se levantó y acondicionó por su cuenta. Abandonó la habitación sigilosamente y una vez que alcanzó el pasillo, se tomó su tiempo en apreciar el encanto de su hogar.
Las paredes parecían gritar su nombre y la mansión en su totalidad, vibraba de gusto al tenerlo de regreso. Cada rincón le provocaba nostalgia y aquellos adornos que sobrevivieron décadas en la familia, nunca brillaron tanto como en ese momento.
De repente sintió que solo había estado lejos de su hogar por unas escasas semanas y que de la nada, los miembros de su familia iniciarían sus respectivos itinerarios del día.
No se sorprendería si se encontraba con Andrew y este lo empujaba al comedor, para que desayunara temprano. O que su padre intentara atragantarse con una tostada, para no llegar tarde a su reunión con los accionistas de Escarlata.
Natalie ya se habría despertado de primera y probablemente estaría adornando la sala con objetos aptos para la navidad y su madre, cuidaría que ninguno de los miembros de la familia muriera en el intento de sobrevivir un nuevo día.
Todos estos escenarios formaban parte de sus recuerdos y de lo que él esperaba aun fuera una tradición diaria. No quería volver a perder la ocasión de verlos en su apogeo, así que aceptó la idea de madrugar.
Una sonrisa apagada se colocó en su rostro, cuando paso junto al salón de música y no descubrió a Natalie torturando alguno de los instrumentos. Añoraba el último día que pasó en esa habitación, intentando que su prima abandonara sus ideales autodestructivos. Inmediatamente, se sacudió esa imagen.
Sus pasos lentos y perezosos lo llevaron hasta el comedor y apenas coló su cabeza por la puerta entreabierta, comprendió que no era el único madrugador de ese día. Pensó en dar marcha atrás debido a que no había sido descubierto, pero comprendió que no podría evitar situaciones como esa por el resto de su vida. Tardó un par de segundos en decidirse, pero finalmente abrió la puerta y se descubrió.
-Buenos días –saludó con voz grave.
Obviamente había tomado a su interlocutora por sorpresa, puesto que la vio brincar levemente.
-Buenos días –Natalie perdió el hilo de lo que estaba haciendo-. Me asustaste –intento sonreír.
-No fue mi intención –metió sus manos en los bolsillos-. ¿Necesitas ayuda?
Miró significativamente las manos de la rubia, las cuales sostenían platos y servilletas.
- ¡No hace falta! Ya casi termino.
La joven tomó los platos entre sus brazos y los elevó en el aire, pero debido a su falta de coordinación y a los nervios poco faltó para que los dejara caer al suelo. Su cuerpo se tambaleó peligrosamente y perdió el control de sus acciones.
-¡Cuidado!
Apenas notó el inminente desastre, Luis corrió a su lado y sostuvo el peso de la cerámica.  Cuando se aseguró de que ya no había peligro, se permitió carcajearse bajito.
-Sigues siendo una testaruda –susurró cerca de ella-. No has cambiado nada, Taly.
Ella levantó la mirada, para descubrir que la distancia entre ellos se había cortado drásticamente.
-Extrañaba que me llamaras así –confesó.
Sus ojos se prendieron de los contrarios y estudio con detenimiento, las facciones del hombre que la sostenía. Luis había cambiado en muchos aspectos, pero se deleitó al comprobar que aun la observaba como si ella fuera lo más importante de su universo. Su pecho se hinchó de orgullo, al comprobar que una parte del moreno le seguía perteneciendo.
Luis carraspeó al vislumbrar un deja vu e inmediatamente, restauró el espacio personal de ambos. Natalie se descolocó al notar el evidente rechazo y recordó que no era la primera vez que Luis le rehuía a su cercanía. Ella aun no era capaz de dilucidar la razón de ese comportamiento.
-Si puedes esperar unos minutos, te sirvo el desayuno –tanteó-. Solo tengo que recalentarlo.
Él negó con la cabeza.
-Esperaré a que Luciana despierte –comentó-. No quiero que se sienta incomoda más tarde.
- ¡Oh! ¡Por supuesto! –Asintió torpemente- En ese caso, deberías ir a despertarla.
-Si –concordó.
Pese a sus palabras, tardaron más de treinta segundos en recordar lo que debían hacer. No se veían capaces de darse la espalda y una fuerza invisible le ataba los pies al suelo.
- ¿Te veré luego? –Preguntó él.
Natalie sonrió de lado.
- ¡No seas tonto! ¡Por supuesto que te veré más tarde!
Famosas palabras, que no presagiaban nada bueno.

La situación era deplorable para Albert y Luis, quienes se habían embarcado en la misión más penosa de sus vidas. Condenados a caminar kilómetros sin hacer uso del auto y bajo la prohibición de usar el teléfono, se dejaron caer bajo el yugo de dos mujeres insatisfechas.
Si bien Albert creyó que la temporada había llegado a su fin, la repentina aparición de Luciana en su vida lo obligaba a pasar por el mismo trauma una vez más. Ir de compras con sus respectivas parejas, era -en efecto- una tortura.
Principalmente, subir y bajar las escaleras de una tienda a otra causaba fatiga y mareo entre los hombres. Era agobiante ver sus idas y venidas o quizás, el enfrentarse a la dura prueba de dar su opinión con respecto a algo.
Se podría decir que tuvieron suerte de que Natalie se hubiera quedado en casa, ya que la joven no tenía piedad a la hora de ir de compras. En su caso, la rubia no se detenía a hurgar entre los percheros, sino que los hacia correr directamente a lo que deseaba sin tener un plan de acción anticipado. Podía entrar dos y tres veces a la misma tienda y aun así nunca quedaba satisfecha, pues su sentido de la moda respondía a condiciones muy específicas.
Actualmente, Anabel cargaba entre sus brazos un hermoso vestido azul eléctrico y aprovechando que era el color preferido de su sobrina, había tomado la decisión de dárselo como regalo. 
-Este es perfecto –decía, mientras lo acunaba como a un bebe recién nacido.
- ¿No es un poco simple? -Preguntó la morena.
-Así es como los prefiere -explicó la mayor-. Luego se explaya poniéndole accesorios y dándole su toque personal.
Luciana abrió los ojos impresionada, al ver el precio del vestido.
-Es un desperdicio que eche a perder algo tan bello.
Luciana observaba la pieza con pesar, al imaginarse a una niña innovadora pretendiendo hacer vestidos de muñecas con él.
-No deberías subestimarla -se carcajeaba su suegro-. Desde pequeña siempre ha tenido el pasatiempo de confeccionar o modificar su propia ropa.
- ¿En serio puede hacer eso? -Preguntó incrédula- Debe ser muy hábil con esas cosas.
- ¡Desde luego! Después de todo, quiere seguir los pasos de su madre.
El solo comentario, llamó la atención de la chica y sin poder contener su curiosidad, pregunto:
- ¿Su madre, era diseñadora de ropa?
-Diseñadora de joyas- especificó Albert, orgulloso-. En cuanto escuchó eso, Natalie empezó con sus propios bosquejos; pero finalmente se decantó por los vestidos de gala.
-Debe tenerle mucho cariño, al recuerdo de su madre.
Luciana estaba al tanto del pasado de Natalie y de la desafortunada muerte de sus padres.
-Desgraciadamente, en los últimos años no ha sido capaz de recordar nada y ya nos hemos hecho a la idea de que eso no sucederá –aseguró Anabel.
-Es una pena –entrecerró los ojos-.  No es que quiera entrometerme, pero ¿qué les sucedió?
-No nos lo tomes a mal linda, pero ya fue bastante traumático para ella escuchar la historia por parte de nosotros, como para ventilar sus asuntos privados sin su consentimiento.
-Lo comprendo.
Desde ese entonces, Luciana hizo su mejor esfuerzo por encajar en la familia, acorde a las expectativas de su prometido y de sus futuros suegros. Afortunadamente, no le resultó muy difícil conseguirlo, aunque no todo estaba a su favor. Sin importar cuanto lo intentara, no conseguía intimar con Natalie.
Esa rubia era obstinada -por no decir más- y al parecer, la consideraba a ella como una intrusa. Lo curioso era que Natalie no se esforzaba en incomodarla, pero la chica era un libro abierto para quien se tomara el tiempo de leerlo.
Por lo general era inofensiva, pero Luciana empezaba a sentir que, por su causa, Luis ya no le prestaba atención.
A su lado se sentía irremediablemente opacada y si bien gozaba de la atención de todos, no contaba con el compromiso de Luis por hacerla sentir bienvenida. Al menor descuido por su parte, el moreno se resbalaba de sus manos e inmediatamente buscaba la atención de la joven, para seguidamente ponerse en plan infantil y fingir ignorarla.
Ese juego por parte de los dos comenzaba a irritarla y siendo un observador externo, podía apreciar que ninguno de los dos disfrutaba con eso. Ella no podía comprender las dimensiones de su pequeña riña, pero de alguna forma sentía que era en parte responsable.
Regresó su atención al presente y tratando de ignorar la desesperación de su novio, siguió los pasos de Anabel hasta el mostrador. El vestido de Natalie fue delicadamente envuelto en una caja de regalos, la cual fue adornada con cintas de colores y cadenitas de aluminio estrellado.
-Me alegra ver que mi hijo supo escoger a una joven tan centrada y linda como tú, Luciana -dijo la rubia, sincerándose-. Me tomaron de sorpresa, pero no podría estar más conforme contigo.
La morena dejó de observar el trabajo sobre el regalo, para recibir gratamente los halagos de Anabel. Durante las horas que habían pasado juntas se habían compenetrado perfectamente y eso en su relación, era motivo de envidia para muchas novias.
Tener a la madre de su pareja como cómplice, le aseguraba a la gran mayoría de las mujeres una aliada en caso de conflictos posteriores. No precisamente aseguraba la victoria, pero si una presión constante para el novio en caso de que este presentara alguna resistencia. Luciana sin embargo -burlándose de las artimañas aprendidas a lo largo de los siglos por las mujeres-, se tomaba la libertad de hablar con ella como si esta fuera su amiga y confidente.
-Es un alivio escuchar eso –aseguró-. Ya no recuerdo porque estaba tan nerviosa, antes de llegar a Londres.
-Siempre es bueno dejar el protocolo para los eventos sociales, querida -se carcajeó la mayor-. No somos tan diferentes de los norteamericanos, porque de puertas para adentro tenemos los mismos problemas que cualquier familia.   
-Mi padre siempre me ha mantenido al margen de sus negocios y no sé si sentirme agradecida con él o reprocharle el hecho de que no me permitiera adquirir más experiencia.
-Nosotros hicimos lo mismo con Natalie.
Annie dejó el resto de sus compras en el mostrador, dando instrucciones de enviarlas a su dirección. No estaba dispuesta a trasladarlo todo en un solo día y el regalo de su sobrina, era lo único que ocupaba sus brazos.
-Tarde o temprano Luis heredará la empresa, así que no pudimos consentirlo mucho en ese aspecto. Pero debido a que Natalie se inclina más por el arte y la moda, le damos más libertad y de paso la mantenemos alejada de los medios.
-Eso tiene sentido y más sabiendo que no es el tipo de chica que se mete en problemas.
-Yo no estaría tan segura de eso.
Anabel sonrió, al notar la confusión de la morena.
-Aparenta ser muy tranquila e introvertida -insistió Luciana.
-Últimamente se comporta así, pero por lo general es una alborotadora incorregible. Si te soy sincera, al principio no me creí capaz de lidiar con ella –gesticulaba con las manos-. Estaba más acostumbrada a las travesuras inocentes de Luis, que a las ocurrencias de Taly.
- ¿Pero de qué habla? En la universidad Luis es muy popular, tanto por ser galante con todos, como por su carácter activo y dicharachero. Es muy carismático y posiblemente un alborotador, como bien dijo usted.
- ¿Si te digo que esa doble personalidad suya es culpa de Natalie, me creerías?
-Difícilmente -aceptó, ansiosa por escuchar más sobre el tema.
-Son tantas las cosas que tengo que contarte, que no me alcanza lo que queda de año.

Entre risas e intercambio de anécdotas, las féminas decidieron mostrar misericordia por sus parejas y concederles la amnistía.  El dúo se estremeció de miedo al verlas acercarse e igualmente, suspiraron aliviados al recibir la noticia de que las compras habían llegado a su fin. Ahora era su turno de arrastrarlas hasta el coche y llevarlas a casa, antes de que cambiaran de opinión.

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