Cuando
el taxi se detuvo frente a la casa de acogidas, sus pasajeras fueron
efusivamente recibidas por dos morenas en extremo ansiosas. Natalie parecía ser
el objetivo, por lo que la Madre Superiora se hizo a un lado, para que la pequeña
recibiera todas esas atenciones.
Joset
no perdió el tiempo en abalanzarse sobre su hermana y de paso, abordarla con
decenas de preguntas que no le daba tiempo a responder. La emoción de la más
joven, superaba con creces la que sentía Natalie y eso desconcertó a Carolina.
Inmediatamente
detuvo sus avances, para escrutar a la menor con todo detalle.
Desde
el pronunciado sonrojo que portaba en sus mejillas, hasta el leve temblor de su
labio inferior y una vez que tuvo su veredicto, entrecerró los ojos con
sospecha mal disimulada. Esta reacción puso nerviosa a la niña -quien la observaba de lejos- y logro que la
madre superiora, se tensara bajo sus hábitos.
-¡Natalie,
respóndeme! –Exigía su hermana- ¿A dónde te llevaron?
-Enseguida
te cuento. ¡Ven conmigo! –Dijo, tratando de huir de los escrutadores ojos de
Carolina.
Esta
intento seguirlas, pero fue detenida antes de dar el primer paso.
-¡Un
momento, hermana!
Su
superiora se acercó a ella.
-Déjelas
que hablen a solas –pidió solemnemente-. Yo la pondré al corriente de todo.
Carolina
la siguió a regañadientes, a través de los innumerables pasillos del edificio. Cuando
se encontraron a solas en la privacidad de su oficina, la mayor comenzó con el
relato.
-Antes
que nada –comenzó, mientras tomaba asiento con dificultad-, quiero que me prometa
que se mostrara razonable ante todo lo que se hable en esta oficina.
-No
se lo puedo garantizar, Madre –confesó.
Su
superiora no se mostró enfadada en lo absoluto, sino que asintió comprensivamente.
-¿Qué
sucedió en la reunión?
-En
dos días vendrán a conocer a Natalie y ese mismo día, se llevara a cabo la
prueba de ADN -dijo sin rodeos.
-¿Qué?
–Carolina hizo amago de incorporarse, pero se contuvo- ¡¿Cómo es eso posible,
Madre?!
-No
pude hacer nada al respecto, Carol –admitió con pesar-. La ley los ampara y
están en todo su derecho.
-Pero
yo pensé que se tomaría en cuenta, la opinión de Taly.
-¡Se
la tomaron en cuenta! –Reveló, con una risotada sin gracia.
-¿Entonces?
–Se inclinó esperanzada.
-Natalie,
es quien tomó la decisión de conocerlos.
Esas
palabras, rompieron algo en su interior.
-Eso
no puede ser -murmuro-. Natalie, no…
-¿Acaso
le sorprende? –Preguntó la monja, con amargura- Sin importar cuan feliz sea con
nosotras, Natalie nunca ha ocultado su deseo de conocer a su verdadera familia.
La
monja no supo que responder a eso, por lo que opto por quedarse en silencio.
Intentaba asimilarlo todo desde una perspectiva diferente, pero su superiora no
le dio mucho tiempo para pensar.
-No
debe intervenir, hermana –advirtió de improviso.
-¿A
qué se refiere?
-Soy
consciente de su apego a Natalie y también sé que intentara influenciarla, por
medio de Joset –su expresión se mostró dura e inflexible-. Por eso le pido, que
no intervenga.
-¡Madre,
usted no lo entiende!
-Puede
que yo no lo entienda, pero espero que usted si –dijo demandante-. Espero que
entienda, que esto es lo mejor para ella y que nada se puede comparar al amor
de su verdadera familia.
-¡Ellos
no saben nada sobre Natalie! ¿Cómo podrían hacerla feliz?
-¡Nosotros
no somos quien, para juzgarlos! –Exclamó molesta- Hermana, espero que no haya
olvidado sus votos y purifique su alma, cuanto antes.
La
hermana Carolina bajo la cabeza ante la reprimenda y como tantas veces había
hecho, señaló la cruz sobre su pecho. En medio de una humilde disculpa, se
retiró de la oficina y se encaminó al confesionario, tal y como le habían
indicado.
-¡¿Es
en serio?! -Se escuchó un fuerte grito.
Natalie
asintió con la cabeza, mostrando una tímida sonrisa.
-¡Eso
es maravilloso! –La morena la atrapó entre sus brazos- ¡Me alegro mucho por ti,
Taly!
La
efusividad de su hermana, le quito un peso muy grande de encima. Pensó que Joset
se mostraría renuente o deprimida, pero fue todo lo contario. De hecho, su
felicidad le permitió disfrutar de la noticia por primera vez y un calor
agradable se instaló en su pecho.
-Gracias,
Joset.
La
menor se separó.
-Dime.
¿Ya la conociste? ¿Cómo es ella?
-No,
todavía no. ¡Pero en dos días vendrá a verme! –Chilló emocionada- Dicen que
primero tienen que hacerme un examen y que después, nos dirán si de verdad es
mi mamá.
-Espero
que todo te salga bien –cruzó los dedos, para darle suerte.
-¡Yo
también! ¡Joset, es como un sueño! –Imitó el gesto de su hermana.
La
nombrada rio maliciosa y dijo:
-¡Los
otros niños se pondrán verdes de envidia, cuando lo sepan!
-¡No
debes decírselo a nadie! –Recalcó-. Todavía no sabemos si de verdad es mi mamá.
-¡No
seas negativa! –La regañó-. Ya verás como si es ella. No vendría desde tan
lejos, sino estuviera segura.
-Tienes
razón.
-¡Vaya! Tu madre biológica –su tono delataba,
que apenas podía creérselo.
Volvió
a abrazarla, pero esta vez era por sí misma.
-Espero
que la mía, también me encuentre pronto –murmuró.
-No
estés triste, Joset –le pidió.
-Estoy
muy feliz por ti, pero…- no se animó a continuar.
-Yo
también te echare de menos, Joset –peinó sus negros cabellos-. Te prometo que
te llamaré y te enviaré fotos, todos los días. Eres y seguirás siendo mi
hermana.
-¿De
verdad?
-¡Claro
que sí! Además, la hermana Carol estará contigo y te cuidara mientras yo no
este.
-¿Ya
se lo contaste? –Se separó de la rubia.
-No
he tenido tiempo –se encogió de hombros-. Pero por la forma en que me miró,
creo que ya lo sabe.
-¿Cómo
te miró? –Preguntó curiosa.
-De
la misma forma en que lo hace, cuando me meto en problemas –sonrió de forma
traviesa-. Como si esperara, que le diga algo que ya sabe.
-Sí.
Ya sé a qué te refieres –dijo burla-. ¡Pero ella nunca te castiga!
-Eso
es porque soy su favorita.
-¡Eso
no es cierto!
-¡Claro
que sí!
Su
conversación quedó en el olvido, mientras se enzarzaban en otra batalla de
cosquillas e insultos amistosos. Se olvidaron de las novedades, de los cambios
venideros o de que muy pronto, las dos se tendrían que separar.
Esos
minutos eran preciosos y disfrutarían de los que el tiempo, aún les reservaba.
Desde
muy niñas, se habían estado preparando para el momento en que una de las dos alcanzara
su sueño de regresar a su hogar. Siempre supieron que ese día llegaría y tanto
Joset como Natalie, habían aprendido a fingir que incluso así, serían felices.
En
cuestión de minutos, hicieron de tripas el corazón, ocultaron sus lágrimas,
ignoraron el nudo en la garganta y dejaron salir el llanto, en forma de risas
gozosas.
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