El rascacielos “Narcisos”,
era el paraíso terrenal de la alta sociedad en Londres. Un hotel único y exclusivo,
para la alta alcurnia. Con las mejores vistas de la ciudad y un nivel de
confort envidiado por sus competidores, era el punto de mira de cientos de
reporteros y canales nacionales e internacionales.
Ante las puertas del edificio, el bullicio era por demás incómodo
para los artistas y empresarios que en él se adentraban, atravesando a duras
penas la multitud aglomerada. Una vez superada la prueba inicial, el servicio
del hotel se aseguraba de escoltarlos sanos y salvos hasta el salón del pent-house, en donde se
llevaría a cabo el baile de beneficencia.
Además del precio de entrada, los invitados podían
escoger entre poner sus joyas u otras reliquias valiosas en subastas o comprar
las obras de arte, colocadas en todo lo largo del salón. También se subastarían
a las hijas de importantes magnates de negocios, con la única recompensa de ser
acompañantes por el resto de la noche y las más atrevidas de ellas, realizarían
una representación teatral o musical para deleite de los comensales.
La idea era que perdieran dinero a cambio del prestigio
ganado por su colaboración y que lo hicieran de forma divertida y original. En
general, no eran muy comunes los eventos de ese tipo y mucho menos, que llamaran
tanto la atención.
Pero el dueño del “Narcisos”
-en colaboración con “Escarlata”-,
decidió que un tema como este sería refrescante para todos y no se había
equivocado.
El nivel de comparecencia estaba superando las
expectativas de los organizadores y Albert temía que el salón no diera abasto
para tanta gente. Afortunadamente, tenían como ventaja que el dueño del hotel
estaba en el equipo y preparar un segundo salón para el evento, no tardaría más
de media hora.
-Esperemos que eso no sea necesario -dijo el dueño del
hotel, Stuart Kittredge-. No me sobra personal, para prepararlo en tan poco
tiempo.
El hombre veía con preocupación la ostentosa decoración y
se cuestionó capaz de recrear el mismo nivel, en el salón contiguo.
-En ese caso, será mejor que comiencen ahora mismo -advirtió
Albert-. ¿Necesitaras ayuda con eso?
-No, déjamelo todo a mí -le palmeó el hombro-. Disfruta
de la fiesta, Al.
-Eso hare.
Después de verlo perderse entre los invitados, Albert
procedió a buscar a su familia; lo cual no le resulto muy difícil, pues Natalie
llamaba bastante la atención.
Su vestido blanco con detalles azul eléctrico, dibujaba
su esbelta y altanera figura a la perfección, a la vez que resaltaba el color
de su cabello. Ni siquiera su esposa -la cual compartía los mismos colores-,
era capaz de llamar tanto la atención. Pero verlas una junto a la otra, era un
regalo para la vista.
A su lado -ejerciendo de escolta-, Luis se aseguraba de
que ojos indiscretos o manos atrevidas, no incomodaran a las mujeres. Albert no
podría asegurar a cuál de las dos celaba más, pero probablemente la que estaba
en verdadero peligro, era Natalie. Aun le faltaban unos meses para cumplir los
dieciocho años y algunos cuervos, ya venían rondándola con descaro.
Entre invitaciones, galanteos sutiles o declaraciones de
amor, los jóvenes pretendían marcar su territorio. Pero como siempre, ella no
era consciente de ellos.
A medida que se iba acercando, Albert pudo comprobar que la
joven estaba muy nerviosa. La razón número uno, sería que se trataba de su
primera aparición en público y las miradas “discretas” de las otras jóvenes,
parecían intimidarla. Ninguna se esforzaba, por ocultar su enfado o desprecio
hacia la rubia.
En un plano más infantil, se trataba de ver quien era la
más popular.
-¿Están disfrutando? –Él mismo, no podía dejar de
sonreír.
-¡El ambiente es perfecto, amor! –Anabel sonrió,
entusiasmada- Pero pensé que sería un poco más privado. ¿No era eso lo que
querías?
-La comparecencia se nos fue de las manos, pero ya está
todo bajo control –escrutó a Natalie con simpatía-. ¿Estás nerviosa?
-“Irritada” sería mejor termino -admitió molesta-. ¿Esta
gente no tiene nada mejor que hacer, que criticar todo lo que hago o digo?
-Es perfectamente normal, Taly -comentó su tía, con una
sonrisa-. Teniendo en cuenta tú historia y que estas fuera de temporada, es
normal que los reporteros estén enfocados en ti.
-Pero al menos ellos, no se esconden detrás de un abanico
pomposo –intervino Luis, refiriéndose al resto de las jóvenes.
-Es parte del encanto de estas reuniones.
Para aliviar la presión bajo la que estaba expuesta,
Natalie optó por ignorar al resto de los invitados y en su lugar, concentrarse
en la música de fondo. Pero Stuart Kittredge, escogió ese preciso momento para
anunciar el inicio del evento e inmediatamente, los espectadores comenzaron a
reunirse.
-Luis, por favor dime que Taly ya está lista –pidió Anabel.
Él sin embargo, ignoró la súplica de su madre para
estudiar las reacciones de su prima.
-Aun estas a tiempo de echarte atrás -le susurró al oído.
-¡No pienso retractarme, Luis! No creo que sea la mejor
interpretación del año, pero tampoco será la peor.
Luis tuvo el buen juicio, de no poner ese detalle en
duda.
-En ese caso, deberías ir a cambiarte.
Las palabras de su tío, ocasionaron un espasmo general.
-¡Tan pronto!
-Ustedes darán inicio al evento –resaltó lo obvio-. Ya es
hora.
-De esta no te libras, mocosa. Pero con un poco de
suerte, no serás la única que haga el ridículo.
-¡Luis! -Lo reprendió su madre- No quiero que armen una
escena, enfrente de tanta gente.
-¡No planeaba hacer eso! -Se mostró ofendido- Solo le doy
mi apoyo incondicional.
-En ese caso -alegó la mujer-, ahórrate tus comentarios.
No quiero que la pongas más nerviosa, de lo que ya está.
-Gracias tía –suspiró resignada-. Pero más vale, que
Joset lea el periódico de mañana.
Mientras atravesaba el corredor que la llevaría a los
vestuarios, Natalie no dejaba de retorcerse las manos y notar lo frías que
estaban.
No era el miedo escénico lo que la frenaba, sino el hecho
de fallar en algo. Cantar se le daba medianamente bien, pero tocar un
instrumento era una agonía hasta para ella. ¿De dónde sacaría el valor para
mostrarse frente a una multitud, con semejante nivel de desempeño?
Posó sus ojos sobre la puerta del vestuario, pero antes
de poder alcanzar el pomo de esta, una mano en su hombro la detuvo. Se espantó
al contacto y se giró rápidamente, dispuesta a defenderse de una posible
agresión.
-¡Luis! –Exclamó confundida y aliviada- ¿Por qué me
seguiste?
-Antes parecías muy afectada y me preocupe. ¿Segura de
que estas bien? -Tomó sus mejillas con ambas manos y les regaló caricias que la
hicieron delirar de gusto.
La acción la había tomado con la guardia baja, por lo que
no tenía como defenderse de sus atenciones. Solo en momento así, Natalie aceptaba
guardar las armas y darle paso a una tregua entre los dos.
-Tal vez esté -tragó con dificultad- algo asustada. ¡Tal
vez!
Luis la abrazó.
-Ya te dije, que aún estas a tiempo de dejarlo.
-Pero, Joset… -quiso decir.
-Existen otras formas, de llamar su atención -la
interrumpió.
Inconscientemente, su tono se había tornado más íntimo.
-¿Pretendes que me retracte? -Se aferró más a él.
-¿Estoy pidiendo un imposible? -Susurró.
Luis comenzó a preocuparse por el exceso de contacto,
pero desgraciadamente ya no tenía la fuerza de voluntad para separarse de ella.
El aroma de su cabello lo embriagaba y el solo acto de abrazarla, disparaba
todos sus sentidos.
-No estoy segura –susurró sobre sus labios.
Natalie, tampoco se encontraba en sus cabales. La
seguridad que sentía entre esos brazos, no se comparaba a nada que él le
hubiera mostrado antes.
Para cuando quisieron darse cuenta, la temperatura de
ambos cuerpos se había elevado alarmantemente y solo Luis, sabía lo que
significaba esa reacción; puesto que para Natalie, se trataba de su primer
impulso de esa índole.
Su corazón estaba acelerado, la respiración descontrolada
y exhibía un intenso sonrojo en sus mejillas. No había que ser un genio, para
saber lo que la chica estaba buscando.
La distancia entre ellos se fue cerrando lentamente, pero
lo único que alcanzaron a degustar, fue el efímero roce de un pétalo. No fue
suficiente y fue demasiado.
-Perdona -Luis reaccionó justo a tiempo-. Debo regresar
con ellos. ¿Es… estarás bien?
Natalie tuvo la impresión de haber perdido algo muy
importante, en el momento en que dejó de sentirlo.
-Pensé que me ayudarías a superar esto -su rubor aún no
desaparecía.
-Me encantaría, pero no sé qué te haría sentir mejor
–sonrió de lado.
Natalie tampoco lo sabía con seguridad, pero el golpeteo
incesante de su corazón le decía que lo que necesitaba, estaba justo en frente
de ella.
-¿Te veré luego?
Él golpeó su barbilla, a modo de broma.
-¡No seas tonta! ¡Por supuesto que te veré más tarde! -Le
aseguró risueño- Ahora ve a prepararte.
Con una sonrisa adornándola y el coraje que necesitaba a
buen resguardo, la joven entró en la habitación. Momentos como el de antes, le
drenaban toda frustración y tensión acumulada y en su lugar, dejaban a una
chica gozosa y libre de preocupaciones.
Pero Luis en cambio, tenía un problema bastante
complicado entre manos.
Desesperado, busco un sitio frio y solitario donde pudiera
calmar el calor de sus entrañas y olvidar la sensación de ese cuerpo pegado al
suyo. Había sido muy osado al poner sus manos sobre Natalie y se dio cuenta de
que poco a poco, estaba perdiendo el control. A ese paso no tardaría en ponerse
en evidencia, por lo que la idea de irse lejos de allí le resultaba cada vez más
tentadora.
Después de esa noche, los encuentros entre Natalie y Luis
se volvieron prácticamente nulos y no era precisamente, que ella los estuviera evitando.
Su última interacción con el moreno fue fraternal y fugaz, cuya única finalidad
fue mostrarle apoyo a la rubia, tras su aparatoso fracaso sobre el escenario.
Un abrazo como consuelo y un beso en la frente que le supo a despedida, fue lo
que dio inicio a la indiferencia de Luis por su prima.
Lejos de mostrarse molesto u ofendido, el mayor solo se limitaba
a ignorarla y a pasar por alto su presencia.
Su trato cálido y desenfadado se tornó exclusivo para sus
padres y para Natalie, solo quedaba un gesto cortés, mortecino e impersonal. Poco
a poco, Luis fue destruyendo la amistad que les llevo años construir y los
intentos de la joven por acercarse a él, eran cruelmente rechazados.
Cuando las aventuras de su primo comenzaron a extenderse
hasta altas horas de la noche, Natalie aprendió lo que era la agonía. Saber que
ya no formaba parte de la vida de Luis la estaba volviendo loca y la situación
se agravaba, al sentir el perfume de otras mujeres en su ropa o en la esencia
de su habitación.
-¿No ha regresado aun?
Salió de su letargo, al escuchar la voz de su tía.
-No –respondió automáticamente-. Tampoco ha llamado.
-Me estoy empezando a preocupar -la mujer posó sus ojos
sobre el estanque-. No me gusta este cambio tan repentino y menos que me ignore
las llamadas. No es usual en él, darme estos disgustos.
Natalie se reservaba sus comentarios e inseguridades.
-¿Ustedes dos discutieron?
Sin embargo, la pregunta no la tomó por sorpresa.
-Lo realmente extraño, es que hace semanas que no
discutimos -confesó-. ¡Ni siquiera habla conmigo y cuando lo veo en la mansión,
me pasa de largo!
-Ya me parecía demasiado serio, para tratarse de un
simple disgusto –pensó Anabel en voz alta-. ¿Qué pudo causar esta reacción en
él?
-¿Qué te ha dicho mi tío?
-¡Ese es otro que tiene sus secretos! –Comentó molesta- ¡Sé
que me está ocultando algo y lo único que hace, es repetirme que Luis está bien
y que no se está metiendo en problemas! -Estaba agotada-. ¿Acaso no puede
comprender que diciéndome eso, hace que me preocupe más? ¡No hay derecho a
ocultarme información, sobre mi propio hijo! ¡Es el colmo!
-Estoy segura de que mi tío, no permitirá que Luis se meta
en problemas. ¡Sería el primero en intervenir, si ese fuera el caso!
-Algún día entenderás que el trabajo de una madre, es preocuparse.
Sentadas en el centro de aquel laberinto, no podían saber
que Luis ya estaba en casa y que este se movía por su habitación, como si
recién hubiera sufrido una severa ofensa. Arrancaba la ropa de su armario y la
tiraba sin cuidado u orden alguno, dentro de dos grandes maletas.
-¿En serio vas a seguir adelante con esto? -Escuchó
preguntar a su padre.
-Creí que ya lo tenías superado.
-¡No es por ti por quien estoy preocupado, Luis!
-Respondió colérico- ¡Ahí fuera hay dos mujeres que se desviven por ti y no has
hecho más que tratarlas con indiferencia!
Lo tomó del hombro con fuerza, para obligarlo a detenerse
y que así lo mirara a los ojos.
-¿Sabes que encontré a tu madre llorando?
Esas palabras lograron afectarlo.
-No quiero hacerlas sufrir, papá. ¡Por eso debo irme!
-¿Se puede saber, qué es lo que te ha puesto así? -Albert
no podía ocultar su exasperación- Siempre me esquivas la pregunta, pero
necesito saber que sucedió.
-¡No se trata de lo que pasó, sino de lo que puede
suceder si me quedo por más tiempo! –Exclamó consternado- Estas últimas semanas,
han sido un verdadero tormento para mí. ¡No tienes ni idea de lo que he sufrido
por estar lejos de ella, cuando la deseo a mi lado! Estoy perdiendo el control
de mis acciones y ya ni siquiera puedo verla, sin intentar tocarla. ¡¿Te das
cuenta de lo que eso significa?!
-¡Luis!
-No me importa lo que digas o hagas, pero hoy mismo me
voy a Estados Unidos y no pienso regresar, hasta estar seguro de que puedo
seguir adelante como su primo.
Albert se limpió el sudor de la frente.
-¿Qué pasa con tu madre? -Último intento- ¿La vas a
obligar a soportar el peso de todo esto?
-Te tiene a ti. ¿No es cierto? -Cerró las maletas- Estoy
seguro de que entenderá mi posición.
-¡Estas pidiéndole demasiado! -Obstaculizó la salida.
-Tú también me pides demasiado, esperando que me quede
aquí.
-¡No te pido que te quedes, pero al menos despídete!
Como única respuesta, Luis lo pasó de largo y dedicándole
una última mirada al laberinto -donde sabía que se encontraba Natalie-, se
despidió de su hogar. Henry era su único aliado y seria él, el designado a
llevarlo al aeropuerto.
Las noches que había pasado con él y su esposa, le
otorgaron un alivio que no tenía como pagar. La pareja se había tomado el tiempo de escucharlo y aconsejarlo
en sus problemas; pero aunque huir del país no era exactamente la idea que
estos tenían en mente, igual lo apoyaron en la decisión.
La situación había llegado a un punto, en el que
incluso Henry se había enemistado con su
jefe.
-¿Fue difícil tratar con ellos?
El hombre lo esperaba dentro del auto, pues quería evitar
una confrontación con su amigo.
-Solo estaba mi padre -dejó el equipaje en el maletero-. Mi
madre y Natalie deben estar en el jardín, pero mejor nos vamos de una vez.
-Que prisa tienes -el auto arrancó y en poco segundos, ya
tomaban la ruta al aeropuerto.
-Temo que si me quedo más tiempo en esa casa, será más
difícil que me dejen ir -su corazón se le oprimió en el pecho-. No quiero ser
el chico irresponsable e impulsivo de esta historia, pero no veo otra forma de
manejarlo.
-No tiene por qué ser tan malo, muchacho -giró a la
derecha-. Tus padres no te juzgan por esos sentimientos y ni siquiera estás
seguro de si Natalie te corresponde o no.
-¡No digas estupideces! -Exclamó herido- ¿Cómo podría
corresponderme, si desde que la conozco solo me ha tratado como a un hermano?
No hay manera de que me vea de esa forma y conociéndola, huirá de mi de por
vida si llego a propasarme con ella.
-¿No estarás exagerando?
-Con lo ingenua que es, te aseguro que no -se burló.
Henry también se carcajeó, al recordar la de veces que los
jóvenes quedaban en ridículo, porque la chiquilla no captaba sus indirectas.
-Pero tú siempre te has escudado en esa inocencia -comentó
perspicaz.
-Ni me lo recuerdes –se sonrojó.
-Besos, abrazos y declaraciones que ella no ha sido capaz
de interpretar –enumeró-. Las libertades que te has tomado hasta ahora, son las
que te han llevado a este punto sin retorno.
Luis asintió.
-Precisamente por eso, necesito darle espacio.
Henry suspiró con pesadez.
-Espero que no estés cometiendo un error, hijo.
El moreno apoyó su cabeza en el cristal y si bien
aceptaba sentirse inseguro y apesadumbrado por su partida, también se sentía
libre y capaz de empezar de cero.
-Yo también lo espero.
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