Friday, May 12, 2017

La Dama Perdida- Cap 1

La Dama Perdida
1
Era principios de verano y el paradisíaco clima, tentaba a los habitantes de París a disfrutar del paisaje, los juegos y la libertad. El sol ardiente abarcaba todo el escenario y no había plaza, comercio o parque, que no se encontrara abarrotado por franceses y turistas -de todas partes del mundo- riendo divertidos y excitados.
Cada uno, tenía un estilo propio y único en su forma de vestir o caminar; pero sin importar cuan estrafalario fuera su atuendo, la alegría con la que eran recibidos daba gusto de ver. Los extranjeros se afanaban por tomarle fotos a las escenas más jocosas y ocurrentes que se les presentaban y en un día como aquel, la diversión no conocía límites.
Especialmente a los niños, les bastaba con la promesa de interminables juegos y de paseos por la plaza junto a sus padres, para sentirse seguros de no estar desaprovechando sus vacaciones. Sentir la fuerza en sus piernas y el explotar su energía, los dejaba eufóricos y -apenas- satisfechos.
Pero lejos de todo ese regocijo, en la zona más remota del centro, la algarabía y los colores se iban apagando paulatinamente. Las calles comenzaban a verse abandonadas y las viviendas se volvían más sobrias y menos alegres. Todas ellas mantenían un aire refinado y bohemio, mientras guardaban celosamente una edificación aún más impresionante.
Ese era el único lugar de la capital en el que no se les permitía a los niños disfrutar del comienzo de las vacaciones y en donde los adultos creían -ingenuamente-, que los mantenían a buen resguardo. Con las mejores intenciones, obligaban a los jóvenes a continuar con sus estudios y solo por unas horas al día, se les permitía jugar libremente dentro de los límites del edificio.
No se trataba de un colegio privado y tampoco se trataba de un reformatorio. Estos chicos, vivían el día a día dentro de un orfanato y apostados junto a la cerca del edificio, escuchaban como las fiestas y las personas se iban alejando lentamente.
Ellos no tenían un apellido, no conocían el verdadero significado de la palabra “hogar” y todo cuanto sabían, era que debían obedecer a sus mayores sin importar cuan absurdas fueran sus exigencias. Al menos eso es lo que las monjas responsables del hospicio, pretendían.
Pero ellos eran niños al fin y al cabo y lo que no encontraban fuera de su celda, lo creaban dentro.

Para los chicos del “Orphan Mesías”, escuchar a la profesora de manualidades era casi tan divertido como contar los granos de arena de una playa. Todo cuanto esta hacia o decía, era totalmente irrelevante para ellos y sin embargo, todos se esforzaban por prestarle la máxima atención. No es que fuera especialmente estricta, pero era una de las pocas monjas que se esforzaba por hacerlos reír y disfrutar de las tediosas clases.
La joven novicia, se movía con gracia por entre los puestos, criticando o halagando las originales obras de sus estudiantes. A ella le gustaba tocar la arcilla y también -si le parecía necesario- retocar aquellos detalles que resultaban ser más difíciles, para los jóvenes. Pero para que esto sucediera, debía reconocer que el autor de la obra realmente se había esforzado y como recompensa, le colocaba un broche de colores muy brillantes, en la camisa o la blusa.
Para los niños era como ganar el premio del año, pues cada una de esas estrellas representaba la porción del postre, que recibirían en la cena. Era un método bastante interesante, que tenía como finalidad que los niños se vieran motivados a aprender y a dar lo mejor de sus capacidades. Precisamente por eso, el postre se había convertido en la prioridad de los cocineros y como consecuencia, los estudiantes más destacados y disciplinados estaban excesivamente obesos.
Pero en el momento en que clases como gimnasia o manualidades entraron en vigor, los más revoltosos y distraídos de ellos alcanzaron a coger un puñado de ese tesoro; mientras que los otros se veían forzados a ponerse en forma, eventualmente.
De entre todos ellos, Natalie era una de las pocas niñas que a su edad, sabía cómo explotar su resistencia y su astucia.
Vanagloriándose de ser capaz de vencer a cualquier chico en una competencia deportiva, recibía contantes retos por parte de sus compañeros y en todos ellos, ganaba con facilidad. Obviamente recibía una estrella por cada una de sus hazañas y su mesa no daba abasto, para todo el postre que era capaz de conseguir en un solo día.
Desafortunadamente, cuando tenía que poner su mente a trabajar en beneficio del arte, se bloqueaba radicalmente.
-Natalie, lo estás haciendo mal -escuchó un susurro a su lado y al voltearse, descubrió a Joset observando su escultura con algo de pena-. Se supone que debes moldear la arcilla como si acariciaras un gato. No como si trataras de matarlo.
Joset, era lo más parecido que tenía a una hermana. Las dos habían llegado al orfanato casi al mismo tiempo y desde entonces, se habían vuelto inseparables.
-No estoy tratando de matarlo, pero no se parece en nada a lo que quiero -hizo un puchero.
-¿Qué estas tratando de hacer? –Se inclinó sobre ella, para verlo mejor.
-¡La Mona Lisa! –Señaló, como si fuera obvio.
Joset abrió sus ojos verdes con incredulidad y seguidamente, sonrió con disimulo.
-Taly, “La Mona Lisa” es una pintura. No una escultura -explicó condescendiente.
-¡Ya sé que es una pintura! -Exclamó bajito- Pero pensé que se vería bonita, si la moldeaba en arcilla.
La niña de pelo negro, intentó visualizar el ambicionado resultado y concedió su veredicto:
-Tienes razón. Se vería muy bonita -se fijó en la masa de barro sobre la mesa e hizo un gesto de desagrado-. Pero no has avanzado mucho.
Natalie -al escucharla- dejó caer su cabeza hacia atrás en gesto de resignación y liberó un sonoro bufido.
-El arte se me da fatal –confesó.
-Mejor prueba con otra cosa o la hermana Zoraida te reprobará -la apremió.
Cuando levantaron sus cabezas para ver a la susodicha, se apenaron al darse cuenta de que las evaluaciones ya habían comenzado.
-Ya es tarde –gimió la mayor.
-No te deprimas por eso, Taly.
-¡Pero hoy hicieron pastel de manzana y no he conseguido ni una sola estrella, en todo el día! -Fingió unas lagrimillas.
-No es como si te fueras a quedar sin pastel -obvió divertida-. Simplemente, te tocará la misma ración que al resto.
-Eso no me anima, Joset –se quejó.
La menor de las niñas, bajo la cabeza.
-Lamento no haberte conseguido ninguna estrella hoy –se disculpó.
Ante esto, Natalie sonrió divertida y acto seguido, acarició el cabello de la morena.
-¿Por qué te disculpas? ¡No es responsabilidad tuya, cumplir mis caprichos!
-¡Pero tú siempre las compartes conmigo!
-¡Lo hago porque quiero! –Ladeó su cabeza, con picardía- Además, si no las compartiera contigo, ya estaría igual que las pelotas de playa.
Su comparación, consiguió el objetivo de hacer reír a Joset.
Natalie se fijó en la obra de su amiga y no pudo menos, que admirar su talento. Había recreado sobre una base de yeso las olas del mar y ahora las adornaba, con pequeñas conchas de colores.
-¡Vaya! –Exclamó.
-¿Te gusta?
-Esto se te da muy bien.
-Si me dan una estrella por ella, te daré mi porción –prometió.
-¡¿En serio?!
-A mí no me gusta el pastel, tanto como a ti –admitió.
Natalie sonrió abiertamente y exclamo triunfal:
-¡Entonces la aceptare encantada! –Agarró un puñado de conchas y puso sus brillantes ojos sobre la escultura- ¡Ven! ¡Déjame ayudarte con eso!
Entre bromas y disimuladas guerras de arcilla, las niñas se dedicaron a embellecer la escultura, sin percatarse de que estaban siendo observadas.
Mientras se desplazaba por entre los puestos, la hermana Zoraida se había dado cuenta de la treta de las niñas y aun así, no pudo evitar sonreír encantada. La guerra por las estrellas ya se había tornado en una especie de negocio entre los menores; pero esas dos lo hacían únicamente entre ellas.

Lo compartían prácticamente todo y lo que a una le faltaba, la otra lo compensaba con creces. De esa forma, superaban el hecho de ser huérfanas y no tener ni una remota idea, de quienes eran en realidad.

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