Los
golpes en la puerta iniciaron tímidamente y se sucedieron de la misma forma por
los siguientes treinta segundos, antes de que el causante se diera cuenta de que
no bastaba con ser respetuoso. El dueño de esa vivienda no iba a despertar, a
menos que le echaran la puerta abajo.
El sonido se
tornó molesto y odiosamente regular; demasiado como para poder ignorarlo y
seguir durmiendo.
-¡Ya voy! ¡Ya
voy! –Grito una voz en el interior.
Los pasos de
Ethan se apresuraron a llevarlo junto a la puerta, para evitar que sus vecinos
se quejaran luego de aquel escándalo. Aunque el también se iba a quejar con su
visita, siempre y cuando no fuera:
-¿Camila?
–Exclamo consternado y claramente asustado.
Frente a él, se
alzaba una chiquilla de dieciséis años, con su cabello negro amarrado en una
cola a la altura de su nuca y sus manos torpemente cruzadas en su regazo; como
una niña que espera ser regañada. Su cabeza estaba levemente agachada, pero sus
ojos seguían escudriñando a Ethan.
-¿Puedo…,
quedarme aquí esta noche? –Bajo más la cabeza.
Ethan la escruto
aun sorprendido, hasta que la realidad bajo a él de forma inmediata y
repentina. Alargo un suspiro por varios segundos y negó con la cabeza.
-¿Qué paso
ahora? –Pregunto, sin dejarla pasar aun.
-Llego borracho
–hizo una pausa larga-, otra vez.
Su mano
izquierda viajo por su brazo derecho lentamente, pero cuando llego a su ante
brazo, una mueca de dolor cruzo su rostro. Ese gesto basto para que Ethan
–alarmado- tomara la manga derecha de la bata de dormir y la subiera de un
jalón. Una marca contorneada en morado y con centro amarillento, fue lo primero
que llamo su atención. Lo segundo, fueron los temblores que azotaban el cuerpo
de Camila.
Soltó la tela
lentamente.
Se tragó la
blasfemia que casi abandona sus labios y se hizo a un lado.
Camila
interpreto el gesto como una invitación y se adentró en el apartamento de su
mejor amigo. Acostumbrada como estaba a esa vivienda, no tardo en buscar la
comodidad del sofá, repitiendo un ritual que ya tenía más de dos años de
antigüedad.
Ella sabía, que
Ethan se sentaría a la altura de su cabeza, la acomodaría sobre su regazo y
mimaría sus cabellos con cariño. Siempre ocultando el odio que sentía, por el
padre de la mujer que amaba. Quince años los separaban, pero por alguna razón,
ese detalle siempre les pareció insignificante.
Tal y como
previo, él se sentó cerca de ella y comenzó con sus caricias. La joven solía
quedarse dormida en muy poco tiempo y cuando eso pasara, Ethan la acomodaría
sobre una mullida cama y él se quedaría con el sofá.
-No podemos
seguir así, Camila.
Ella levantó la
mirada, para observarlo.
-Es la tercera
vez de esta semana y apenas es martes –entrecerró los ojos-. ¿Qué esperas para
tomar una decisión?
-Él es mi papa,
Ethan. No puedo simplemente irme contigo. ¡Ni siquiera soy mayor de edad!
-Si tú me
dejaras, yo podría conseguir que te emancipes en menos de un mes. ¿O prefieres
quedarte con él, hasta que acabe matándote?
-El jamás me
haría daño –afirmó convencida.
-¿Entonces de
donde salió ese golpe? –Señaló su brazo, con la cabeza.
Camila volvió a
sostener el sitio agredido, pero ya no podía ocultarlo.
-Fue un
accidente.
-¡Ya basta!
El grito de
Ethan consiguió asustar a la joven en demasía. Era la primera que lo escuchaba
alzar la voz contra ella y por ello, se arrebujó entre los cojines del sofá.
-Por favor, deja
de justificarlo.
La morena desvió
la mirada.
-Cada vez que
vienes aquí, te descubro con un moretón nuevo, Camila. ¿Cuánto más puedes
seguir aguantando esta situación?
-Cuanto sea
necesario –admitió.
Ethan suspiro
con pesadez.
-¿Y esperas que
yo lo acepte?
La joven se
incorporó rápidamente, pero al alejarse de él, se sintió inmediatamente
vulnerable. Como si no le quedara nada, a lo cual aferrarse.
-No espero que
lo aceptes –entrelazó sus manos sobre sus rodillas-. Solo que no me dejes.
-No quiero
dejarte –se pegó a ella, para abrazarla por los hombros-. Pero tú no te mereces
pasar por esto. No le has hecho nada malo.
-De hecho…, si
–se volteo a mirarlo-. Desde el día en que nací, no hecho sino hacerle daño.
Tomo el rostro
del mayor y acaricio la pronunciada barba que ya comenzaba a aparecer.
-Él
es el que no se merece, que le hagan tanto daño, Ethan.
Capitulo 2
El mayor negó con la cabeza;
desconcertado. La afirmación fue tan segura y firme, que apenas y podía
replicar.
-Por favor, dime que realmente no crees
eso.
-Jamás lo entenderías –le replico ella.
-Entonces explícamelo –beso su mejilla.
-¡No!
Se alejó de él como si hubiera sido
azotada por una descarga eléctrica e inmediatamente, se incorporó.
-¿Por qué no?
-Porque si lo hago –lo miro por encima
del hombro, con una tristeza que le caló el alma-, empezaras a verme igual que
él.
No fue la frase lo que lo impresiono
más, sino el hecho de ella realmente lo creía.
-No te atrevas a compararme con ese
hombre otra vez. Nunca te he puesto un dedo encima, a menos que sea para
demostrarte cuanto te amo.
Camila intento retractarse.
-No me refería a eso, Ethan –se sentó a
su lado y suspiro-. Perdona. No debí decir eso.
Su mano derecha fue a descansar sobre la
rodilla de Ethan y este volvió a tomarla entre sus manos, para besarla.
-Lo único que me aterra, es que tú
piensas que te mereces ese trato –la miro a los ojos-. ¿Por qué?
Camila cerró los ojos y respiró hondo.
No tenía ningún interés en contarle a Ethan lo que sucedía entre ella y su
padre, pero ya estaba cansada de tener la misma discusión con él. Era mejor
sacarse la espina ahora y curar la herida después.
-Mi padre, siempre me ha dado todo lo
que yo necesitaba –suspiró-. Aun ahora, sigue dándome de comer y proveyéndome
de cosas materiales.
-Es tu padre –explicó el-. Te lo debe.
-Déjame terminar.
-Perdona.
Camila tragó con dificultad.
-Mi madre era diferente –recordaba-.
Incluso antes de morir, no se dignó a mirarme a los ojos, ni mucho menos
intento despedirse. El cáncer la fue matando poco a poco y esa mirada dura e
infinitamente decepcionada, nunca se borró.
Ethan apretó sus manos, para otorgarle
consuelo.
-Si al menos se hubiera limitado a
cerrar los ojos y llevarse sus pecados con ella, todo hubiera estado bien. Pero
la felicidad de otros, siempre le molesto.
-No pudo ser tan terrible.
Los ojos de Camila se afilaron como
navajas, retándolo a decir esas palabras una vez más.
-Esa mujer –mencionó con desprecio-, se
atrevió a decirle a mi padre antes de morir, que yo no era su hija y que mi
verdadero padre la había abandonado al saber que ella estaba embarazada.
Inconscientemente, Ethan soltó sus manos
y se arrepintió de inmediato. Trató de cazarlas nuevamente, pero Camila le negó
el contacto.
-Él la adoraba, Ethan y ella se burló de
él y a mí…, a mí me hizo pagar su miseria.
Se incorporó.
-No dudo que me culpara por haberse
quedado sola y tener que casarse con un hombre que no amaba –se giró para
mirarlo a los ojos-. Algunas personas no deberían ser padres y otras, no
deberían vivir a costa de un hombre que ya no tiene nada que dar.
“Mi padre me lo dio todo y desde que
tengo uso de razón, me trata como una princesa. No me abandonó a mi suerte
cuando supo la verdad, pero tampoco puedo exigirle nada –cerró los ojos
esperando que una lágrima escapara de sus ojos, pero estos estaban secos”.
-¿Entonces –Ethan se acercó a ella-,
estas dispuesta a pagar por los errores de otra persona?
-En esta vida nada es absoluto –sonrió
con picardía y algo de culpa-. Voy a hacer lo que pueda para pagar mi deuda
como hija, pero me dieron la vida para vivirla. No para llorarla en un sofá,
cada noche.
Tomó las manos de su pareja.
-Dame un poco más de tiempo –besó sus
manos-. Deja que al menos intente arreglar mi relación con él y si no funciona,
me iré contigo.
-¿Cuánto tiempo calculas, antes de que
te haga pagar a golpes los caprichos de tu madre?
-Ya te dije, que él jamás me va a hacer
daño.
-¿Y qué me dices de ese golpe? –Señaló
su brazo.
-Fue un accidente –sonrió con gracia-.
Se me cayó un pomo de champú encima y me dejo una marca. Mi papá no tuvo nada
que ver.
-No es la primera vez que te veo así.
-Soy una persona muy torpe. ¡No me
juzgues!
Mentiras.
Todas y cada una de esas palabras eran
mentira y ambos lo sabían. ¿Pero que se le puede reclamar a una persona que
está dispuesta a soportar ese trato, porque cree merecerlo? Ethan empezaba a
temer que nunca conseguiría sacarla de esa casa y la idea no era tan
disparatada como parecía.
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