Monday, July 27, 2015

La Ley Del Cubano


 
La Ley del Cubano
 
Tras varias semanas de impactantes noticias sobre la restauración de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, la atención se ha desviado -en su mayoría- a los ya famosos balseros. Pasando por alto las medidas que ambos países han tomado para alcanzar este objetivo, muchos prefieren centrarse en la negatividad con que el pueblo cubano se ha tomado esta noticia y todavía muchos creen que la paz es una fantasía inalcanzable.
Las opiniones son variadas en este aspecto, pero en lo que todos están de acuerdo, es en el hecho de que la pequeña isla no está preparada para un cambio tan brusco como este y es preferible dejar pasar el tiempo antes de que la situación se agrave. Es contradictorio pensar que eso es lo que muchos cubanos desean, tras haber esperado más de cincuenta años por este giro de los acontecimientos.
Todo empezó justo después del “Triunfo de la Revolución”, cuando  en 1959 -tras rumorearse que se harían cambios en la constitución del país- innumerable cubanos se apresuraron a abandonar o vender sus negocios familiares, con el fin de emigrar a los Estados Unidos de América. Tras ellos dejaron ingenios de azúcar, plantaciones de tabaco, farmacias e incluso minas de cobre y todos ellos, eran negocios que ofrecían grandes beneficios a sus propietarios.
Aun así, hoy en día muchos de ellos tienen la dicha de decir que recuperaron sus bienes, tras largos años de duro y bien remunerado trabajo.
En su momento, el pueblo cubano  los acusó de anti-revolucionarios o traidores a la patria; pero no paso mucho tiempo para que el nuevo gobierno pusiera en vigor los nuevos estatutos, obstaculizara los viajes al exterior y les arrebatara sus propiedades a los pocos negociantes que poseían tierras fértiles. Inmediatamente, esto desemboco en un éxodo que ya ha durado más de cincuenta años; siendo el más grande de ellos el que aconteció en el 1994.
Haciendo buen uso de contratos conyugales –muchos de ellos con fines lucrativos-, expediciones en el mar sin planes de regreso e incluso la prostitución, cientos de individuos han conseguido liberarse de la utopía de Fidel Castro; muchas veces a costa de su propia vida.
En la actualidad, lanzarse al mar en una rustica balsa -hecha en casa-,  se ha convertido en la práctica más popular, rápida y peligrosa que los cubanos han podido adoptar, debido a que no fueron pocos los que desaparecieron y no fueron considerados mártires por el Partido Socialista de Cuba. Esto lo pueden atestiguar aquellos que no consiguieron llegar al otro lado del Caribe y cuyas familias no son capaces de adivinar en que acabo la travesía.
Aun así, todos tenían esperanzas e ilusiones que los impulsaban a arriesgarse, sin importar cuales fueran los obstáculos o las tormentas que tuvieran que atravesar. Pero la ley de “Los Pies secos y Pies Mojados” impuesta por los Estados Unidos en el año 1995 -en respuesta al éxodo de 1994- , llego para apretar aún más la correa y –probablemente-, para empeorar la situación.
Según esta ley, todo cubano que fuera interceptado en costas americanas no sería bienvenido, sino que automáticamente se vería repatriado y seria responsabilidad del gobierno de Cuba, imponer un castigo al individuo en cuestión. Por otro lado, si este consigue pisar suelo americano, Estados Unidos tomara la responsabilidad del asunto y proveerá al emigrante de raíces, para forjarse un nuevo futuro.
Esta nueva ley no tomo por sorpresa al mundo hispano, pero debido a esta ya no era una apuesta segura la de embarcarse en esta misión. Ninguno de los que lo intentaba, tenía la certeza de llegar a la línea de meta o siquiera de alcanzar las costas del continente con vida. Sobre todo, si la población de Estados Unidos informaba a las autoridades de cualquier intento por parte de los “balseros”.
Esta situación, paso a convertirse en una nueva barrera para los emigrantes.
Pese a todo,  incluso los hispanos son capaces de comprender que Estados Unidos no puede controlar el nivel de vida de cada individuo y mucho menos proporcionarle trabajo u hogar a cada extranjero que llega a sus tierras, de forma ilegal. Las grandes potencias también tienen un límite de capacidad y eso quedó evidenciado cuando a finales del 2014, el presidente estadounidense Barack Obama, declaro que se levantaría un acuerdo de paz entre Estados Unidos y Cuba, para recuperar las relaciones entre ambos países.
Sobra decir que entre los cubanos, se instaló la incredulidad justo antes de sucumbir al pánico. Las preguntas e inseguridades, actualmente no tienen límites y quienes conocen su país lo bastante bien, concuerdan en que esto solo puede evolucionar para peor.
Una tregua entre ambos países, supuestamente desembocaría en una mejora de la condición económica, social y política del país; pero no todos los ciudadanos de la pequeña isla comparten esta opinión. Tras medio siglo lleno de restricciones, la falsa promesa de libre expresión y sin la posibilidad de decidir el futuro de su propia nación, no es de extrañar que muchos de ellos tengan sus reservas. Sobre todo, si el Partido Comunista de Cuba, no da muestras de cambiar sus políticas anti-progresistas.
Consecuentemente, la mayoría de los isleños llegaron a la conclusión de que la “Ley de Ajuste Cubano” no tardaría en formar parte de los libros de historia y que para las futuras generaciones, las “tradicionales” travesías en balsa serian consideradas una mala broma y un sin sentido. Automáticamente, esto desencadeno que decenas de cubanos se lanzaran al mar, antes de que las nuevas leyes entraran en vigor.
Diariamente, son decenas los que se arriesgan a intentarlo –nuevamente- con mayor empeño y Estados Unidos –al tanto de la situación-, no duda en enviarlos de regreso a su país. La vigilancia se ha reforzado a niveles absurdos en las costas del  sur de la Florida  y aun cuando Barack Obama, asegura que las leyes de inmigración para los cubanos se mantendrán vigentes, su reciente proceder no da lugar a la esperanza.
En conclusión, según la opinión general los cubanos perderán sus ventajas y sus derechos, debido a que no será necesario mantener la “Ley de Ajuste Cubano” y aun si estos intentan ingresar en el país, serían considerados inmigrantes ilegales; desembocando en una deportación inmediata. De alguna forma, estas dos naciones se han puesto de acuerdo para poner a prueba –una vez más-, la resistencia y la voluntad del pueblo cubano. Sin ser tomadas en cuenta sus opiniones al respecto, solo les queda ver desde la sala de sus hogares como las negociaciones de efectúan; independientemente de las necesidades de su pueblo.
Esta es una razón de más para creer que el gobierno estadounidense admite –disimuladamente- que Estados Unidos no puede asimilar una mayor cantidad de inmigrantes –además de proveerlos de ayuda económica-  y que la única forma de solventar el problema, es alcanzar la paz que nos ha sido negada por los últimos cincuenta años.
La contradicción esta, en que mientras Estados Unidos está acostumbrado a moverse con rapidez y eliminar cualquier obstáculo que lo desvíe de su objetivo, Cuba ha estado congelada por demasiado tiempo y requerirá mucho más que eso, antes de ser capaz de alcanzar el ritmo que Barack Obama le ha impuesto. De esto podemos deducir, que las leyes que imponga el presidente norteamericano a partir de este momento, no afectaran el estilo de vida de los cubanos para mejor; sino que estarán atados a los caprichos de un auto-impuesto presidente.
La nueva situación de los cubanos se ha trasformado en una lucha contra el tiempo, aun cuando ignoran muchos de los nuevos estatutos. Cada uno de ellos tiene miedo de que los barrotes que rodean a Cuba se fortalezcan; ahora que ambos países apoyan las necesidades de su vecino.
¿Seguirá siendo Estados Unidos la tierra prometida o el pueblo cubano ha perdido a su aliado más fiel?
 

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